Bajamos hasta el fondo
entre los árboles,
entre los gritos animales
y la música de los tambores.
Percibimos las miradas
escondidas en ramas
posarse en nuestros hombros.
Escuché los idiomas
de los árboles.
Crecí una vez más...aprendí.
Caímos juntos en la quebrada
entre la densa hojarasca
de los helechos.
Entre el follaje,
la oblicua senda de las hojas
y de los aromas y sabores.
Al final
la cascada inmensa
que se roba el aire
y que purifica.
En medio de todo el gigante de roca
a través de un sendero de árboles,
allí
el ojo de cristal...
un ojo del mar
y las lágrimas que lo alimentan.
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