y mi mente aún dormida
de tanto pensarte
la noche anterior.
Me fui al lago
a la orilla del día,
al borde de la tierra
a contemplar tu rostro
en el espejo de agua.
Cada vez que un sonido
escapado del viento
me llegaba al oído
recordaba tu voz
y tus bellas historias.
La niebla cubría el camino
y las gotas de agua guardaban
la suave y táctil caricia
que me recordaba tus labios
y tus besos preciados.
Pronto estaré contigo otra vez
y la niebla se irá
y junto al agua del lago
te voy a esperar.