Esta tarde escuché cómo un ave cantaba adherida a una rama del Arce. Era un Gorrión vigilante, un guardián apostado en lo alto del árbol, platicando, acerca de mundos alados y aventuras aéreas. Me decía que estaría allí cada día para contar sus historias. Yo sólo escuchaba. Exponía melodías que se oían en toda la casa y ufano cantaba. Se vestía de traje plumoso ajustado y miraba apurado hacia todo rincón de mi patio. Tal vez buscaba respuestas. Yo estuve quieto y atento para no alterar su tocata, sinfonía siríngea, poesía de alto sonido, discurso melódico que abrumaba mi oído y estremecía la tarde.