Una corriente ruidosa
de movimiento
y belleza incolora
es la que vi ese día.
Traté de atraparla
entre mis dedos torpes,
pero todo fue en vano,
el diamante líquido
se escabuyó
sin dejarme guardarlo.
Las leyes que rigen
su caudal destapado,
su red de cristal
las dictó una mano mayor.
Nunca cesa,
no descansa,
sólo corre por toda la tierra
¡Qué bella misión!
¿Quien la detiene?
¿El fuego?, ¿El frío?
¿La luz?, ¿La penumbra?
No pude saberlo.
Después la esperé
escondido tras de unas rocas
a que pasara
descuidada
libre
y me abalancé sobre ella.
Me dijo: "qué quieres de mi?
Le dije. "correr como tú,
dar vida,
empaparme de tu libertad"
Me dijo: "está bien,
te regalo una parte de mi
y la dejo en tu piel"
Se alejó otra vez
dejando su huella en mi cuerpo
y por unos instantes creí
que viajaba con ella
y era libre.