Soñé que vivía contigo
escapando
del mundo
y
de sus miradas.
Era
una gran casa
donde
mis miedos
estaban
perdidos
en
el inmenso jardín.
Yo
sólo miraba
las
hojas, los juncos,
los
árboles grandes
que
ordenaban mi vida,
contigo
a mi lado.
Y
de pronto la lluvia
cayó
torrencial,
queriendo
arrastarme
y
dejarme sin nada.
Entré
en la casa
a
refugiarme cerca de ti
y
los truenos rugían,
me
sobresaltaban
y
relámpagos me perseguían
e
iluminaban la noche.
Eran
las voces salvajes
que
me recordaban
mis
temores profundos
y
alejaban mi paz.
La
luz en la casa
se
iba de pronto.
Pensé
muy de prisa,
encendí
una vela
y
corrí a buscarte
a
tu habitación
porque
eres mi vida,
mi
fortaleza,
y
cada día respiro por ti.
Dormías
cubierto
entero
tu cuerpo,
con
las cobijas
de
mi cariño.
Te
miré desde lejos,
pensé
que dormías,
pero
soñabas sonriente
y
me hiciste feliz.
De
pronto tu mano
me
hace una seña
y
me llama contigo.
Me
siento en la cama
en
silencio, a tu lado,
a
cuidarte los sueños
y
la luz de la vela
se
extingue,
y
se lleva detalles.
Desperté
en lo oscuro
preguntándome
todo,
intentando
volver.
Ya
no necesito.
El
jardín es mi paz,
la
gran casa es mi fe,
la
lluvia y los truenos
purifican,
me limpian,
y
su luz me hace fuerte.
Hoy
sé que ese sueño
a
cada momento
lo
vivo contigo,
pero
si se hace débil
como
luz de una vela,
aún
no se extingue
pues
lo llevo aquí dentro
y
en secreto de todos
lo
vivo, lo siento, lo creo
y
lo alimento.
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