Yo diría que la caminata fue agradable.
Cuando ya caía la tarde, estábamos a mitad de camino y el viento llegaba a nuestros rostros cada vez con más fuerza.
Era como el abuelo decía: "No hay como volver al atardecer, es lo mejor". Me di cuenta que no quería cambiar ninguno de esos momentos con el abuelo ni siquiera por lo que más me agradara hacer. Recuerdo que cuando yo era pequeño, él me sacaba a pasear a caballo por el fundo. También recuerdo cuando nos sentábamos en el patio de la casa a conversar; él fumaba un cigarrillo y a veces su pipa. Le gustaba beber un buen vino por la tarde. Yo iba a su casa y me sentaba en su sillón, en medio del jardín de la abuela, rodeado por sus plantas. Eran días de mucha armonía. Una vez fui a la escuela con una rosa roja que saqué del jardín, prendida en la solapa de mi vestón. Me gustaba leer en ese jardín, me gustaba soñar allí, junto al gran árbol.
Todas esas ocasiones de compañía y de tranquilidad se quedaron guardadas en mi mente...y ahora las extraño.
El abuelo y la abuela duermen...y yo aún sueño...
No comments:
Post a Comment