Thursday, December 31, 2009

Naturaleza (El espíritu de la naturaleza. R.W. Emerson)

En el bosque, un hombre también se desprende de sus años, como una serpiente de su
piel, y en cualquier etapa de su vida es siempre un niño. En los bosques esta la perpetua
juventud. En esas plantaciones de Dios reinan la santidad y el decoro, lucen las galas y
atavíos de un festival perenne, y el visitante no ve cómo podría cansarse de todo ello ni en
mil años. En el bosque retornamos a la razón y a la fe. Allí siento que nada habrá de
acontecerme en la vida -ninguna desgracia, ninguna calamidad (que no dañe mi vista)- sin
que la naturaleza pueda subsanarlo. De pie sobre la tierra desnuda, bañada mi frente por el
aire leve y erguido hacia el espacio infinito, todo mezquino egoísmo se diluye. Me convierto
en un globo ocular transparente; nada soy: lo veo todo; las corrientes del Ser Universal me
circulan; soy una porción de Dios. El nombre de mi amigo más íntimo me suena entonces
extraño y accidental; ser hermanos, ser conocidos, ser amo o ser sirviente es una minucia y
una molestia. Soy el amante de una belleza incontenible e inmortal. En los lugares silvestres,
encuentro algo más caro y próximo a mí que en las calles o poblados. En el paisaje tranquilo
y, especialmente, en la lejana línea del horizonte, el hombre contempla algo tan hermoso como
su propia naturaleza.

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