Un atardecer rojizo
frente a mis ojos
sobre el campo verde que me rodea
con todo el viento desbordante
agitando las flores amarillas.
Anuncios de lluvia,
señales de portentos,
cuando el sol ya atravezó
el contorneado límite de los cerros lejanos.
Los maderos se iluminan
con relámpagos furtivos y escasos
y luego el trueno abrazador
inundando cada centímetro cúbico
de aire agitado.
Rayos rosados entre enredaderas,
empapando las nubes
de pigmentos silentes
e impresionantes.
La oscuridad se apodera de todo
interrumpida a destiempo
por parpadeos luminosos.
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